Théodore Géricault, Cabeza de leona, comienzos del Siglo XIX, 55 x 65 cm, Musée du Louvre, París
Géricault dedicó su corta vida a buscar la esencia de los seres vivos, en particular de los hombres. Pintó montones de caballos, aunque también gatos muertos, algún perro y fieras varias, antes de pasar a soldados, generales, náufragos y, sobre todo, seres con capacidades mentales disminuidas. Pintó locos, cleptómanos, mujeres carcomidas por la envidia o el vicio del juego, cabezas de torturados y más náufragos. Uno de sus cuadros se titula "Piezas anatómicas" y muestra una serie de brazos humanos desmembrados. Otro: "Cabeza de sobreviviente de un naufragio". Utilizó la pintura como una forma de entender las cosas. La inocencia asesina de las bestias, por ejemplo.
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