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viernes, 5 de junio de 2015

Introito


Leonardo da Vinci, Cabeza de muchacha (La Despeinada), ca. 1508, 24,7 x 21 cm.
Tierra oscura, ámbar verdoso y pintura sobre tabla. Galería Nacional de Parma


Pocas aplicaciones más agradables de la informática que aquella que permite la contemplación serena de las artes visuales. En la imagen digital cada pixel es un punto de luz que se dispara desde la pantalla hacia el ojo humano. Si la reproducción es decente, si la obra nos conmueve, la felicidad está asegurada.

Pensamos que el arte es una forma particular de conocimiento: una especie de revelación. Pensamos hacer algo al respecto: reproducir, cada tanto, una imagen hermosa de la pinacoteca universal. Un poco para nosotros, un poco para quien quiera mirar. La misma podrá ser comentada. O no. 

No pretendemos generar una antología más de la pintura universal. Ni ofrecer una puesta al día sobre la vida y obra de los plásticos de todos los tiempos. Ni brindar un panorama representativo de estilos, técnicas o géneros. Simplemente, reproducir aquellas obras que nos conmueven por algún motivo. Obras que nos hubiera gustado imaginar, vislumbrar, pintar. Visiones del espacio, figuras en el tiempo.

De tanto en tanto postearemos una imagen de nuestra propia autoría. Sí, hemos adquirido ese vicio y lo estamos cultivando con rapidez uniformemente acelerada. No tenemos pretensiones de artistas; venimos de los márgenes, de las orillas del arte y allí nos quedaremos. Ocurre, simplemente, que nuestras manos se inquietan frente a un plano de papel. Nos gusta la expresión figurativa, preferentemente la humana; poquita cosa más, ya que nuestra ignorancia es oceánica. Tengan ustedes muy buenas noches.



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